A pesar de los avances y oportunidades en materia de juventud, uno de los mayores desafíos que enfrenta el país es la falta de participación juvenil en la vida política. México es un país joven, con más de 30 millones de personas entre 15 y 29 años, pero su representación en las instituciones y su involucramiento en la toma de decisiones siguen siendo escasos. Las recientes elecciones fueron un claro ejemplo de esta tendencia: la mayoría de los jóvenes no votó, y los legisladores que fueron electos carecen de una verdadera conexión con los problemas que enfrenta esta generación.
Los nuevos diputados y senadores han mostrado poca sensibilidad hacia las demandas juveniles, enfocándose en agendas que no reflejan las prioridades de este sector. La falta de acceso a empleos dignos, la precariedad laboral y las barreras en el acceso a la educación de calidad son algunas de las principales preocupaciones de los jóvenes, pero estas no han sido abordadas con la seriedad necesaria en el debate político. Además, los temas clave para la juventud, como el cambio climático y la innovación tecnológica, han sido relegados en la agenda legislativa.
Este vacío de representación se ve agravado por la desilusión generalizada que muchos jóvenes sienten hacia las instituciones políticas. La percepción de que su voz no es escuchada ha llevado a un ciclo de apatía y desconexión. Esto no solo limita el desarrollo de políticas que favorezcan a las nuevas generaciones, sino que también pone en riesgo el futuro del país al desaprovechar el potencial transformador de la juventud.
¿Qué Se Necesita?
El primer paso para revertir esta tendencia es que los partidos políticos y los legisladores reconozcan la importancia de integrar a los jóvenes en los espacios de poder y decisión. Esto no implica únicamente invitar a más jóvenes a participar en las listas electorales, sino realmente considerar sus preocupaciones y propuestas. Además, es fundamental crear canales de comunicación más efectivos entre los jóvenes y sus representantes, mediante el uso de plataformas digitales y la organización de foros de discusión abiertos.
La educación política también juega un papel clave. Los jóvenes necesitan ser incentivados a involucrarse desde temprana edad, no solo como votantes, sino como actores críticos y constructivos del sistema democrático. La creación de espacios en las universidades y escuelas donde se fomente el debate y la participación activa puede ser un paso en la dirección correcta.
Por último, se requiere una mayor responsabilidad de los nuevos legisladores para escuchar y actuar en favor de las demandas juveniles. Los temas como el acceso a empleo digno, la educación y el cambio climático no pueden seguir siendo ignorados si queremos construir un futuro sostenible e inclusivo para todos los mexicanos.
México está en un punto crucial de su historia. La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia representa un paso importante hacia la equidad de género y la consolidación de un proyecto político que ha transformado la manera en que se gobierna. La economía muestra signos de recuperación y expansión, lo que ofrece optimismo para los próximos años.
Sin embargo, la falta de participación juvenil y la desconexión entre los nuevos legisladores y las generaciones jóvenes plantea una seria preocupación. Si bien el país está avanzando en muchos aspectos, no puede permitirse el lujo de dejar atrás a su mayor fuerza transformadora: la juventud. La próxima administración, los legisladores y los actores políticos deben actuar con visión y responsabilidad para integrar a los jóvenes en el futuro del país. Solo entonces México podrá alcanzar su verdadero potencial.