
El papa Francisco ha designado a una mujer, la monja Raffaella Petrini, para ocupar el cargo de “gobernadora” del Vaticano, tomando el relevo del cardenal español Fernando Vérgez Alzaga a partir del 1 de marzo. La noticia fue anunciada por el Vaticano este sábado.
Petrini, una monja franciscana de 56 años, asumirá la presidencia de la Gobernación del Estado Ciudad del Vaticano, que es el principal cargo en la administración civil del territorio. Anteriormente, desempeñó el papel de “mano derecha” del cardenal Vérgez durante varios años.
Este nombramiento, que ya había sido anticipado por el papa Francisco en una entrevista hace unas semanas, también le otorga a Petrini la presidencia de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano. Con esta designación, Francisco busca promover una mayor igualdad dentro de la Iglesia, recordando que a principios de enero también nombró a una mujer, Simona Brambilla, como la primera prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada.
Petrini, quien es licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Libre Internacional Guido Carli y doctora por la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino, ocupaba el cargo de secretaria general de la Gobernación desde 2022. Ahora sucederá al cardenal Vérgez Alzaga, quien cumplirá 80 años el 1 de marzo.
En una audiencia celebrada en enero, el papa Francisco afirmó que es necesario erradicar la mentalidad “clerical y machista” dentro de la Curia, el gobierno de la Iglesia católica. También expresó que las monjas están “por delante” y “saben hacerlo mejor que los hombres”. Reconoció que se critica la falta de mujeres en puestos de responsabilidad dentro de las diócesis, la Curia y las universidades eclesiásticas, y admitió que esto es cierto.
Finalmente, el papa agregó que, gracias a Dios, las monjas tienen una gran capacidad para hacer las cosas mejor que los hombres, y comentó que algunos obispos le han dicho que quisieran nombrar monjas para ciertos cargos, pero que sus superiores no las dejan hacerlo. Francisco instó a los superiores a permitirles asumir esos roles, diciendo: «No, por favor, dejadlas ir».