Vivimos en una época donde el contenido no se mide por el valor que aporta, sino por la capacidad que tiene para provocar emociones rápidas y vacías. Como creador de contenido informativo, me enfrento diariamente al contraste entre el esfuerzo que requiere crear información de calidad y la superficialidad que domina las plataformas digitales. Pareciera que el conocimiento queda en segundo plano frente al morbo: lo sexual, lo escandaloso, lo irreverente, todo aquello que apela a los instintos más básicos del espectador.

Columna: Hugo Gómez Terrazas
La sexualización como herramienta de viralidad
El contenido relacionado con el gimnasio se ha convertido en un caso emblemático de cómo las redes promueven la superficialidad a través de la sexualización. Según Social Media Today, el 78% de las publicaciones fitness más virales no buscan inspirar un estilo de vida saludable, sino captar atención mediante poses provocativas, ropa mínima y ángulos diseñados para generar deseo. Solo el 22% de este contenido aporta información útil sobre rutinas, técnicas o consejos prácticos.
La sexualización no solo reduce el mensaje a lo físico, sino que perpetúa estándares irreales que afectan la salud mental y emocional de los usuarios. Un estudio de Psychological Science revela que la exposición constante a contenido sexualizado en redes está vinculada al incremento de trastornos como ansiedad, depresión y baja autoestima, especialmente en mujeres jóvenes.
Además, el impacto es más grave de lo que parece. Según la Asociación Americana de Psicología (APA), la sexualización en redes contribuye a que niñas y adolescentes comiencen a autovalorarse exclusivamente por su apariencia física desde edades tempranas. Este fenómeno, conocido como “auto-objetivación”, afecta su desarrollo académico, emocional y social.
Las plataformas no solo permiten, sino que amplifican este tipo de contenido. Un análisis de Statista demuestra que publicaciones con poses provocativas o ropa ajustada generan un 64% más de interacciones en comparación con aquellas que promueven educación o valores. Esto deja claro que los algoritmos priorizan la viralidad sobre la calidad, promoviendo un ciclo en el que los creadores sienten presión por recurrir a la sexualización para tener éxito.
El problema no es el fitness en sí, sino el enfoque que domina las redes: se glorifica el cuerpo perfecto y se vende una imagen aspiracional imposible, ignorando los verdaderos beneficios de la actividad física, como la disciplina, la salud mental o el bienestar integral.
No solo las mujeres son víctimas de esta tendencia. Según un informe de la Universidad de California, los hombres también se enfrentan a estándares de belleza que promueven un físico irreal, lo que puede derivar en obsesiones con el ejercicio, uso de esteroides y trastornos alimenticios. La sexualización, lejos de ser empoderadora, afecta la percepción colectiva de lo que significa el bienestar físico y emocional.
El impacto cultural y social
La normalización de la sexualización en las redes no es inofensiva. Un informe de Global Web Index señala que el 62% de los jóvenes entre 18 y 25 años sienten que las redes sociales han influido más en sus prioridades que su familia, educación o entorno cercano. Esto refleja cómo la obsesión con la apariencia está moldeando una generación más superficial, menos crítica y profundamente preocupada por cumplir con expectativas irreales.
Además, según Maldita.es, este tipo de contenido impacta negativamente la salud mental de los menores, quienes consumen y replican comportamientos diseñados para llamar la atención mediante el cuerpo, en lugar de desarrollar habilidades o conocimiento.
Un llamado al cambio
La solución no pasa únicamente por las plataformas, sino por los creadores y los consumidores. Como creadores, es nuestra responsabilidad no sucumbir a la presión del algoritmo y mantenernos fieles a principios de valor, aunque las métricas no favorezcan nuestro esfuerzo. Como consumidores, debemos exigir más: contenido que eduque, inspire y aporte, en lugar de conformarnos con lo banal o lo provocativo.
El morbo y la sexualización dominan las redes porque los hemos permitido. Pero aún estamos a tiempo de redirigir el rumbo. Si queremos una sociedad más crítica y consciente, debemos rechazar la glorificación de estándares inalcanzables y abogar por contenido que priorice el bienestar integral sobre la apariencia.
Es hora de construir un espacio digital donde el valor real no solo sobreviva, sino que trascienda. Dejemos de alimentar lo superficial y transformemos las redes en un lugar donde el conocimiento, la inspiración y los valores sean el verdadero estándar.