Ramón Figueroa Pérez, un artesano indígena de 63 años, dedica su vida a crear violines en Bacuseachi, en el corazón de la Sierra Tarahumara. Su pasión por la música nació en la infancia.
Su tío, un músico experimentado, le enseñó a tocar y a crear instrumentos con recursos naturales, sembrando en él una semilla que germinaría en una carrera artística. Este legado familiar sentó las bases para su futuro como lutier.
En 2001, Ramón viajó a Italia para perfeccionar su técnica con lutieres experimentados. Esta experiencia le permitió refinar su habilidad y ampliar su conocimiento sobre la construcción de instrumentos de cuerda.
A su regreso a México, Ramón se embarcó en una búsqueda para encontrar la madera perfecta para sus violines. Después de investigar, descubrió tres tipos de madera que producen un sonido excepcional.
Con dedicación y precisión, Ramón crea cada violín a mano, un proceso que tarda alrededor de 20 días. Sus instrumentos se venden desde 8 mil pesos, un precio accesible para músicos apasionados.
Aunque su trabajo no es ampliamente reconocido, músicos como Raúl Balderrama valoran la calidad y el sonido único de sus violines. La artesanía de Ramón es un testimonio del talento y la dedicación de los artesanos indígenas de México.