
Columna: Hugo Isaac Gómez Terrazas
Vivimos en tiempos donde las apariencias dominan la conversación. Las redes sociales dictan estándares de éxito basados en la superficialidad: autos de lujo, mentes huecas, viajes exóticos y consumismo. Según el informe “Digital 2024” de We Are Social, pasamos en promedio 6 horas y 40 minutos al día conectados a internet, de las cuales, 2 horas y 23 minutos se destinan exclusivamente a redes sociales. En este bombardeo constante de imágenes y tendencias efímeras, ¿dónde queda el verdadero valor del ser humano?
Como periodista, abogado, político, deportista y altruista, he comprendido que mi vida no puede reducirse a una sola faceta. Soy la suma de mi cuerpo, mente y alma. Tres pilares que, cuando están en equilibrio, nos permiten avanzar con propósito y firmeza.
El cuerpo: nuestra conexión con el mundo
El deporte me ha enseñado que el cuerpo es nuestra herramienta para materializar lo que imaginamos. En México, según datos del INEGI (2023), el 41.7% de la población adulta es inactiva físicamente, lo que se traduce en un aumento alarmante de enfermedades como la obesidad, la diabetes y problemas cardiovasculares. En contraste, se ha demostrado que la actividad física regular reduce el riesgo de enfermedades crónicas en un 30-40%, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
No se trata solo de un físico atractivo o mostrarle al mundo tu cuerpo, sino de la fortaleza que se construye cuando nos retamos y descubrimos que somos capaces de más. Un cuerpo sano es el vehículo que nos permite actuar en la realidad y convertir nuestras ideas en hechos.
La mente: el poder del conocimiento
Como abogado y periodista, sé que el pensamiento crítico es un arma poderosa. Sin embargo, en México, la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura de la Fundación UNAM (2023) revela que el 55% de la población no ha leído un solo libro en el último año, y en promedio, los mexicanos leen apenas 3.9 libros al año, muy por debajo de países como Alemania (11 libros por año) o Francia (9 libros por año).
En un tiempo donde la desinformación abunda y la superficialidad se glorifica, el conocimiento es más valioso que nunca. Leer, debatir, analizar y escribir no solo nos permite comprender el mundo, sino influir en él.
El alma: el propósito que nos guía
Más allá del éxito profesional o los logros físicos, está el espíritu que nos mueve. La política y el altruismo me han enseñado que no basta con pensar y actuar; debemos hacerlo con un propósito mayor.
Hoy en día, la Encuesta Nacional de Cohesión Social para la Prevención de la Violencia (2023) indica que el 75% de los mexicanos sienten desconfianza en su entorno y que el 47% considera que la solidaridad entre ciudadanos ha disminuido. Esto refleja una crisis de valores en la sociedad.
En México, solo el 8% de la población realiza actividades altruistas de manera frecuente, a pesar de que el apoyo social es uno de los principales factores de felicidad según la ONU. Servir a los demás no solo es una responsabilidad social, sino una necesidad humana para encontrar significado en la vida.
El alma es la brújula que nos recuerda por qué hacemos lo que hacemos. Es la voz que nos dice que nuestra labor debe trascender lo individual y convertirse en algo que beneficie a los demás.
Ser más en un mundo que se conforma con menos
Hoy, muchos eligen la vida fácil: la inmediatez, la vanidad, la distracción constante. Pero quienes buscamos el equilibrio entre cuerpo, mente y alma entendemos que la vida es más que acumular bienes o reconocimiento. Se trata de crecer, servir y trascender.
Los números lo confirman: el materialismo y el hedonismo están ganando terreno, pero también demuestran que el camino del equilibrio es necesario. No podemos permitir que nos definan las tendencias vacías ni que nuestra existencia gire en torno a lo superficial.
Porque al final, lo que realmente nos hace grandes no es lo que poseemos o como nos vemos, sino lo que somos y podemos compartir.